viernes, 18 de agosto de 2017

Mitos y verdades sobre el bótox

Un cirujano plástico chuquisaqueño atiende cada semana entre cuatro a cinco pacientes que solicitan un tratamiento estético con toxina botulínica, sustancia conocida vulgarmente como “bótox”.

ECOS acudió al doctor Ignacio Tapia Vargas, reconocido profesional de nuestro medio, para tener una aproximación directa a esta práctica en el sur del país. Él confió a esta revista que ese método, muy extendido en todo el mundo, a nivel local ha comenzado a ser solicitado con mayor frecuencia en los últimos años.

¿Qué es el bótox?

El bótox es una técnica que ayuda a eliminar las arrugas de expresión, aunque sea temporalmente. Su efecto dura entre tres y seis meses.

“Es una neurotoxina (sustancia tóxica que actúa sobre el sistema nervioso) elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum, uno de los venenos más poderosos que hay pero que, en pequeñas dosis, tiene el efecto de paralizar músculos en áreas pequeñas y determinadas”, explica a ECOS el cirujano Tapia.

En realidad, “Bótox” es la marca comercial más conocida de esta forma de toxina botulínica cosmética. Ese medicamento fue producido y registrado por la empresa Allergan, Inc. de Irvine, California, que obtuvo la aprobación oficial en Estados Unidos, en abril de 2002, para uso estético.

Actualmente se comercializan en el mundo otras presentaciones de la toxina botulínica de tipo A, para uso estético con indicaciones semejantes.→ →El galeno al que acudió ECOS detalla que las diferentes cepas de Clostridium botulinum producen siete formas de neurotoxina botulínica cuya denominación es TbA hasta TbG.

Los subtipos más usados para la aplicación médica o estética son: la toxina botulínica tipo A (bótox) y la toxina botulínica tipo B.

Las cepas de Clostridium botulinum producen siete formas de neurotoxina botulínica cuya denominación es TbA hasta TbG. Los subtipos más usados para la aplicación médica o estética son la toxina botulínica tipo A (bótox) y la toxina botulínica tipo B.

De lo banal a lo que importa

Actualmente hay varias técnicas de rejuvenecimiento facial, con y sin cirugía, que buscan eliminar o disimular las huellas que el paso de los años deja en hombres y mujeres.

Antes estos tratamientos —que por muchos eran considerados como un deseo banal— se reducían a círculos exclusivos y de alto poder adquisitivo; eran casi inaccesibles para la mayoría de la población.

En cambio ahora el concepto parece haber variado radicalmente. Los cambios obtenidos luego de un rejuvenecimiento facial, con o sin cirugía estética, bien realizada, no solo mejoran la autoestima y el nivel de aceptación de las personas, sino la vida en general. Por ejemplo, quien se somete a este tratamiento siente mejorar su relación con el entorno, con la pareja y consigo mismo. Así, el rejuvenecimiento facial pasa de ser algo relacionado con la vanidad a una necesidad.

Aplicaciones cosméticas

De acuerdo con la historia, el uso de la toxina botulínica en el campo de la estética comienza accidentalmente en 1987, cuando la doctora Jean Carruthers trataba a una paciente afectada con blefaroespasmo (contracción involuntaria, espasmódica y repetitiva del músculo que rodea el ojo, músculo orbicular, y que, en ocasiones, se manifiesta como un temblor en el párpado).

Según Tapia, hoy en día se considera a una forma diluida de la toxina botulínica tipo A como uno de los tratamientos que ofrece los mejores resultados para eliminar las arrugas o tratamiento de la ritidosis.

El especialista explica que con la ayuda de una aguja extrafina se infiltra la toxina botulínica en el músculo debajo de la piel de la zona que se desea tratar; allí actúa inhibiendo por relajación el movimiento muscular.

Con esta acción se pretende desaparecer las arrugas y mostrar un aspecto más juvenil en la piel. Tiene una duración temporal, entre tres a seis meses, después del cual se debe renovar la dosis para mantener la misma apariencia.

“Es un tratamiento poco doloroso que tiene las ventajas de no necesitar un tiempo de recuperación, ni tampoco de cuidados; y a diferencia de otros tratamientos de rejuvenecimiento de la piel, no hay problemas en exponer la piel al sol”, declara el profesional.

En manos adecuadas

Es importante ponerse en manos de un médico estético o dermatólogo especializado.

“Si la persona que vaya a colocar la toxina botulínica tiene el entrenamiento adecuado, el procedimiento es sencillo y sin complicaciones… Yo, en lo personal, soy usuario de la toxina; la vengo usando desde hace más de nueve años, me aplico 100 unidades por año, es decir, una ampolla completa”, cuenta el médico, a manera de testimonio.

“En otros centros mencionan que se coloca la mitad, es decir 50 unidades por paciente. Pero mi experiencia personal me hizo ver que mejor es una dosis completa y mayor para un mejor resultado. El tiempo de acción es entre seis a ocho meses”, agrega.

El cirujano plástico dice a ECOS que la aplicación de la toxina botulínica es un procedimiento de consultorio y que no hay una edad específica para su uso.

Una aplicación de 100 unidades no tarda más de 10 minutos, se aplica entre tres a cuatro veces por semana y los efectos adversos son nulos o mínimos. “A lo mucho, un pequeño moretón”, señala Tapia.

Un detalle…

Esta toxina se utiliza solo para arrugas por mímica. Las que están ubicadas en la frente, entrecejo o las patas de gallo requieren de una ampolla completa y cuesta 100 dólares.

El galeno manifiesta que es conveniente recalcar que el resultado que se logra en el área estética es armónica, por lo que las expresiones están presentes.

“Cada vez se evidencian mayores usos de la toxina por ejemplo para cicatrices retráctiles, cicatrices queloideas, cápsulas protésicas y otros”, comenta. •

Primera aplicación

La primera aplicación clínica de la infiltración local de toxina botulínica se realizó en 1977 como tratamiento corrector del estrabismo u ojos divergentes. Desde entonces, su uso se extendió no solo en el ámbito de la medicina sino también en el de la estética.

La neurología es una de las especialidades médicas en las que la toxina botulínica aporta mayores beneficios terapéuticos allí donde existen movimientos involuntarios, distonías, distonías focales, distonías de torción. Como ejemplo de estas distonías está la tortícolis espasmódica, calambre del escribiente, blefaroespasmo o párpados contraídos por acción del músculo orbicular de los párpados.

Otro tipo de distonías que se benefician con este tratamiento son las distoafecciones, que cursan con una hiperactividad muscular, y el síndrome de Tourette.

Asimismo, pueden ser tratados trastornos neurológicos con la infiltración local de toxina botulínica como el espasmo hemifacial, ciertos temblores y la rigidez o espasticidad.

Detalles del bótox

El tratamiento estético con toxina botulínica es uno de los más demandados en las clínicas del mundo.

Ayuda a eliminar temporalmente las arrugas de expresión, pues la toxina paraliza el músculo y de esta forma no se forma la arruga.

Su efecto es temporal y dura entre tres y seis meses, dependiendo de cada paciente.

Después (con el visto bueno del médico) es necesario repetir el tratamiento.

Es importante ponerse en manos de un médico estético o dermatólogo especializado.

La toxina botulínica solo tiene efecto sobre las arrugas dinámicas o arrugas de expresión.

Las arrugas producidas por el envejecimiento o por el sol no se pueden tratar con ella.

Uno de los efectos secundarios puede ser una reacción alérgica a la toxina botulínica, que produce una inflamación en la zona de la cara y la garganta, dificultad para respirar, urticaria y otros.

La mayoría de los efectos secundarios responden a una errónea aplicación de la toxina botulínica. Por eso la importancia de acudir a un médico especializado.

Uno de los problemas más frecuentes es que se produzca la caída del párpado o del músculo facial en el que se aplicó la inyección.

Si no se tiene en cuenta la expresión facial natural del paciente se puede llegar a cambios muy drásticos, creando una expresión totalmente distinta a la habitual.

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